El mercado es la mejor herramienta que tenemos como
civilización y como individuos para satisfacer todas nuestras necesidades y
mejorar completamente nuestra calidad de vida, cuando el consumidor es Rey, el
mercado se enfoca en las necesidades individuales, donde innovadores,
empresarios y hombres de negocio buscan maximizar su beneficio personal y con
esto llenan de trabajo a una población además de conseguir contratos
voluntarios donde clientes consumidores también buscan maximizar su propio
beneficio, por lo tanto, en la mayoría de los casos, todas las partes
involucradas ganan e incluso el estado, gana.
Está la válida preocupación que solo el ánimo de lucro en
las empresas afectaría a trabajadores, ambiente natural, calidad en los
productos, compra de consumidores, entre otras cosas, no se puede negar porque
el mercado nunca será perfecto y claramente las empresas no solo deben
preocuparse por el lucro para ser las mejores. Pero lo lamentable de estas
personas preocupadas por el “mal” accionar del mercado es que ven al estado
como el ente fiscalizador perfecto y la verdad es que eso está lejos de la
realidad, producto de que el estado se financia del mercado.
Establecer que el mercado sea fiscalizado y regulado por
nuevos organismos estatales que no necesariamente son para prevalecer el orden
y la justicia puede ser muy perjudicial. Si tenemos a la justicia ordinaria
para resolver casos de agresiones de unos individuos sobre otros debemos
enfocarnos en perfeccionar eso y no crear nueva grasa burocrática que solo
alimenta fines económicos con el uso de la fuerza, fuera de los tratos
voluntarios que se producen entre los individuos privados en el mercado.
Pensar que en el estado solo existirán hombres buenos e
intachables que se preocupan de los consumidores más que los “malvados” hombres
de negocios es un poco ingenuo, no digo que todos los hombres de negocio sean
personas intachables, eso también sería ingenuo. Lo que quiero dejar claro es
que el estado en ningún caso sería mejor fiscalizador que varias empresas
privadas en conjunto con sus consumidores.
Revisemos ambos casos; el estado que se financia a través
de la amenaza del uso de la fuerza del mercado como fiscalizador no sería de
“mejor calidad” que las decisiones libres de los individuos, producto de que
buscaría cada vez más detalles defectuosos para hacer crecer su poder, eso está
más que claro, durante el Siglo XX todos los estados se agrandaron, excepto en
algunos casos puntuales que más adelante voy a comentar. Por lo tanto el estado
como fiscalizador cada vez más grande, velando por el “bien común” que en la
práctica significa más regulaciones y más impuestos, o sea más violencia de la
necesaria, sería como un jugador de tenis que actúa como árbitro en un partido
de semifinales donde necesita que el más débil gane para luego poder ganar la
final, tener el monopolio de la última decisión puede ser destructivo si este
poder no se limita por los ciudadanos privados.
Las empresas privadas como entes fiscalizadores
permitirían una competencia de agencias reguladoras que buscarían como
satisfacer la demanda de los consumidores privados afectados por los malos
servicios y productos de determinadas empresas, como el pago de estos
consumidores por la fiscalización es voluntario, ya no tendríamos el problema
de que el estado como fiscalizador pueda encontrar cada vez más pretextos para
asfixiar la economía y estrangular a nuevos emprendedores para ganar más a
costa de su monopolio. Mi propuesta necesita ser más trabajada ya que solo es
un bosquejo alternativo ante la creciente ola de peticiones que gritan por más
estado sin darse cuenta de los riesgos que esta lógica puede provocar.
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